Publicado en Photolari el 22-3-19:
Injustamente olvidados demasiado a menudo, el trabajo de los directores de fotografía (también conocidos como operadores u operadores jefe) tiene una gran influencia en el resultado final de cualquier película. Y es que al fin y al cabo son los responsables de convertir en imágenes aquello que en ocasiones tan sólo existe en la mente de un realizador.
Por eso la filmografía de grandes y reconocidos cineastas de los que todos conocemos su nombre, jamás hubiera sido igual de no haberse cruzado en su camino alguno de estos artesanos de la luz. Obviamente la lista podría alargarse hasta el infinito, pero hemos querido elegir algunos de los que consideramos que han sido más influyentes, destacando en cada caso su obra más relevante.
Nestor Almendros
Nacido en Barcelona en 1930 y afincado en cuba desde 1948, Néstor Almendros desarrolló buena parte de su carrera en Francia rodando con algunos de los mejores directores de la “Nouvelle Vague”. Aunque la fama internacional -y el reconocimiento de Hollywood en forma de Oscar- le llegó gracias a su fascinante trabajo en “Días de cielo” (“Days of Heaven”, 1978), de Terence Malick.
Almendros siempre se declaró un enamorado de la fotografía realista y sin artificios, capaz de representar la realidad de forma casi documental pero sin perder jamás su vertiente expresiva. En “Días de cielo” rodó gran parte de las secuencias en la llamada hora mágica, usando fuentes de luz natural y concediendo gran protagonismo al paisaje y los espacios abiertos. Pintores realistas norteamericanos como Edward Hopper o Andrew Wyeth fueron su fuente de inspiración.
Vittorio Storaro
Apasionado investigador y gran amante de la experimentación y las innovaciones técnicas, Vittorio Storaro es uno de los directores de fotografía más influyentes y originales del cine contemporáneo. Entre sus colaboraciones con Bernardo Bertolucci (recientemente fallecido) y más recientemente con Carlos Saura, se encuentran algunas de sus películas más importantes.
Aunque su trabajo en “Apocalipsis Now” (“Apocalypse Now”, 1979) de Francis Ford Coppola sea probablemente el más recordado de su carrera. En un rodaje que fue una auténtica pesadilla, Storaro representa el descenso al infierno de la guerra desplegando una variedad de recursos técnicos y estilísticos que van desde el naturalismo de las escenas bélicas hasta el expresionismo de las apariciones del temible coronel Kurtz.
Gordon Willis
Su trabajo en la trilogía de “El padrino” (“The Godfather”, 1972) es ya un motivo más que suficiente para incluir a Gordon Willis entre los nombres más importantes del séptimo arte. Y es que este neoyorquino es uno de los principales artífices de la revolución estética que sufrió el cine norteamericano en los años 70. Los contraluces, su arriesgada tendencia a la subexposición y su magistral domino de la fotografía en blanco y negro son algunos de los rasgos de su estilo.
Un claro ejemplo de todo esto podemos encontrarlo en “Manhattan” (“Manhattan”, 1979), una de sus muchas colaboraciones con Woody Allen, en la que retrató magistralmente la vida en la ciudad de los rascacielos.
Greg Toland
Buena parte de las innovaciones técnicas y de la revolución estética que le debemos a “Ciudadano Kane” (“Citizen Kane”, 1941) de Orson Welles son responsabilidad del director de fotografía Gregg Toland. Y es que, además de su faceta de inventor y su afición por la tecnología, Toland exploró como nadie y sobretodo antes que nadie las posibilidades expresivas y narrativas de la luz, introduciendo nuevos puntos de vista y encuadres nunca vistos en el cine hasta ese momento.
“Ciudadano Kane” es, plano a plano, un perfecto compendio de todo lo que este artesano aportó al cine. Su fotografía, cargada de sombras y luces imposibles, sigue siendo a día de hoy una de las más bellas y cautivadoras de la historia de la gran pantalla.
Roger Deakins
Colaborador fijo de los hermanos Cohen y uno de los responsables de la reconocible estética de sus películas, Roger Deakins es un peso pesado de la dirección de fotografía gracias a una filmografa que´quita el aliento: “Barton Fink” (“Barton Fink”, 1991), “Cadena perpetua” (“The Shawshank Redemption”, 1994) o “El hombre que nunca estuvo allí” (“The Man Who Wasn’t There”, 2001) son buenos ejemplos.
Aunque resulta difícil escoger una sola película de alguien que ha cosechado ni más ni menos que 14 nominaciones a los Oscar (lo ganó finalmente en 2017 con “Blade Runner 2049”), su trabajo en “Fargo” (“Fargo”, 1996) merece un puesto especial en su carrera. En ella, Deakins rompe con los recursos habituales del cine negro y compone una fotografía gélida y cristalina en la que el blanco de la nieve de Minnesota inunda algunas de las secuencias más memorables del film.
John Alcott
Fallecido prematuramente a los 54 años de edad, la carrera cinematográfica de John Alcott será recordada especialmente por sus cuatro fantásticas colaboraciones con Stanley Kubrick en “2001: Una odisea del espacio” (“2001: A Space Odyssey”, 1968), “La naranja mecánica” (“A Clockwork Orange”, 1971), “Barry Lyndon” (“Barry Lyndon”, 1975) y “El resplandor” (“The Shining”, 1980).
De todas ellas destaca por méritos propios “Barry Lyndon”, un prodigio técnico y un ejemplo paradigmático de la influencia de la pintura en el cine y la fotografía. Usando objetivos de satélite con aberturas de diafragma imposibles e iluminando buena parte de las tomas únicamente con velas, Alcott consigue recrear en este maravilloso film de época auténticos lienzos inspirados en las pinturas de Jan Vermeer o Rembrandt.
John Toll
Con la era dorada de la series de televisión los directores de fotografía han encontrado otros medios en los que lucir sus habilidades. Tras conseguir dos Oscar consecutivos por “Leyendas de pasión” (“Legends of the Fall”, 1994) y “Braveheart” (“Braveheart”, 1995) y deslumbrar con la fotografía de “La delgada línea roja” (“The Thin Red Line” 1998), John Toll se hizo cargo del episodio piloto de la estupenda ficción televisiva “Breaking Bad”.
Rodada en el Estado de Nuevo México, buena parte de sus secuencias se desarrollan en los vastos desiertos de esta zona fronteriza de Estados Unidos. Los cielos infinitos y las cálidas paletas de color escogidas por Toll han marcado el camino a seguir para los posteriores directores de fotografía de la serie como Reynaldo Villalobos o Michael Slovis.
Christopher Doyle
Nacido en Sídney en 1952, Christopher Doyle ha desarrollado gran parte de su carrera en el cine asiático, donde ha podido dar rienda suelta a su pasión por la experimentación y la búsqueda de nuevas vías de expresión. Los encuadres nerviosos e imprevisibles, los fuertes contrastes cromáticos y las texturas resaltadas son algunas de las constantes de su innovador estilo.
Buena muestra de ello es su trabajo en el estupendo drama “Deseando amar” (“Fa yeung nin wa”, 2000), el sexto largometraje de su fructífera relación con el director hongkonés Wong Kar-wai.
Sven Nykvist
La carrera de Sven Nykvist está estrechamente ligada a la de su compatriota y director Ingmar Bergman. Junto a él realizó 17 largometrajes, entre los que se encuentran algunas de las películas más aclamadas del séptimo arte. Famoso por su meticulosidad y su predilección por la intuición sobre la técnica, Nykvist apostó toda su vida por la iluminación natural, sobria y liberada de artificios.
En “Persona” (“Persona”, 1966), de Ingmar Bergman, desplegó todas las constantes de su estilo para rodar los introspectivos primeros planos que pueblan todo el metraje de esta imprescindible película.
Ron Fricke
La elección que cierra la lista puede ser algo polémica, pero ahora que podemos encontrar secuencias time-lapse hasta en la sopa merece la pena reivindicar la figura de Ron Fricke, un peculiar cineasta y fotógrafo norteamericano que popularizó esta técnica a principios de los 90 con su documental metafísico “Baraka” (“Baraka”, 1992).
Filmado en más de una veintena de países y con una película especial de 70 milímetros, “Baraka” es una alucinante aproximación visual a la evolución del ser humano y su relación con la naturaleza. No os perdáis el vídeo con un fragmento de la película.