Publicado en JotaBarros el 16-7-2019:
Alberto se gira hacia mí y me hace una señal con la mano. «Jota, ya puedes entrar. Date prisa, no queda mucho».
Acabo de guardar mi cámara «grande» (que no lo es tanto, en realidad) dentro de la funda de neopreno y he cruzado la correa sobre mi pecho, por lo que pueda pasar. Entro al curro haciéndome hueco entre la gente que observa desde la entrada (que es casi como un burladero) y armado únicamente con mi pequeña compacta.
Los caballos relinchan y se agolpan a mi alrededor, nerviosos y agitados. Los aloitadores los observan decidiendo cuál será el próximo sobre el que saltarán para, una vez sujeto entre tres, cortarle las crines y administrarle una dosis de antiparasitario. Nunca dejará de sorprenderme que entre solo tres hombres consigan inmovilizar animales que rozan los trescientos kilos y que el resto del año viven libres y salvajes en los montes de Sabucedo.
Ya estoy en la arena. Yo también estoy nervioso; aunque fotografiar en el curro me tiene enganchado no puedo olvidar que es muy fácil resultar herido aquí. A menudo alguien sale cojeando o sangrando.
De repente un grupo de caballos se amontona y nos empuja contra el muro, podría parecer la parte más segura pero en realidad es todo lo contrario porque la piedra no perdona. Los aloitadores consiguen ganar un poco de espacio. Respiramos aliviados.
Veo a Lucía observando y evaluando sobre qué caballo va a saltar. Decido concentrarme en ella, me abro paso entre grupas, cabezas y un mar de patas hasta llegar a su lado.
«Coidado con ese, que baixa a cabeza!» (Cuidado con ese, que baja la cabeza). Le advierten sus compañeros para evitar que reciba una coz.
De repente sale corriendo hacia la manada y salta sobre un ejemplar pardo. En cuanto se ha subido sobre él dos aloitadores le ayudan a inmovilizarlo. Todo pasa tan rápido que cuando llego ya ha empezado.

Consiguen llevarlo al suelo y me agacho entre el caballo y el muro, vigilando con el rabillo del ojo que el resto de caballos no se echen sobre nosotros. Santi (el chico de la camiseta blanca de la última imagen) se encarga de mantenerlos a distancia.
Vuelvo al suelo y sigo fotografiando de cuclillas (¿o de rodillas? no lo recuerdo, supongo que estaba completamente enfrascado) mientras trato de comprobar el encuadre en la pantalla trasera.

La imagen
Composición
Quiero cerrar la imagen de forma que se intuya lo que está pasando sin que haya distracciones, para eso no tengo más remedio que acercarme mucho.
Coloco a Lucía en el centro del encuadre e intento que no sobre espacio ni por encima ni por debajo de ella, y que a pesar de eso se entienda qué está pasando (mostrando tanto el caballo que sujeta como los que hay al fondo).
Una vez que he encontrado la distancia y el ángulo adecuados espero el gesto.
Clic. (Clic. Clic…)
No suelo hacer tantas fotos pero en una situación como esta en la que todo pasa tan rápido es mejor captar varias imágenes para después seleccionar las más interesantes.
Así y todo no recurro al disparo en ráfaga, creo que me hace vago (basta con apuntar y disparar, prefiero decidir por mí mismo si un instante merece la pena, aunque me equivoque).
Edición (selección)
Ya en casa y en un primer vistazo me llaman la atención las fotografías señaladas en gris. Me gusta cómo la chica se coloca el pelo para que no le moleste (recuerda la cola de un caballo) y esa mirada hacia arriba.

Vamos con la siguiente tanda. La imagen tiene mucha fuerza cuando mira a cámara pero hay demasiada información en la parte superior del encuadre (es la grada de prensa, atestada de fotógrafos y cámaras de televisión) y falta aire por debajo.
Finalmente me decido por la foto que marco en rojo. Por el gesto de Lucía (una mezcla de esfuerzo y concentración máximos) y porque el resto del encuadre aporta contexto sin distraer la atención de lo verdaderamente importante.

Ajustes de cámara y técnica
Aunque mi Ricoh es muy rápida enfocando (mucho más que la generación anterior, la GR II) decido no jugármela y selecciono el modo Snap Focus. Enfoco a 1,5 metros.
La pongo en modo M (manual), fijo la apertura en f/8 y el tiempo en 1/250 para asegurar que el movimiento queda congelado. En cuanto al ajuste ISO lo dejo en Auto para que la cámara lo modifique en función de la luz.
En la pantalla compruebo que con esa distancia de enfoque y diafragma todo lo que está comprendido entre, aproximadamente, 0,75 y 5 metros va a aparecer en foco.
Después de fotografiar a Santi y antes de volver al suelo cambio el diafragma a f/11 porque quiero acercarme todavía más. La profundidad de campo ahora se extiende desde poco más de 0,5 metros hasta infinito.
Los ajustes en la toma que ves en grande son 1/250 de segundo, f/11 e ISO 6400.
Y esta es la imagen tal y como sale de la tarjeta de memoria, antes de su revelado con Lightroom, tal y como te explico en el curso completo de procesado de imágenes de El Club de Fotografía Callejera.

¿Cómo la ves? ¿Qué te parece? ¿Creías que para hacer fotos como esta hacía falta una cámara réflex y un teleobjetivo?
Cuéntame tus impresiones a través de los comentarios, me encantará saber qué opinas.
Muchas gracias por leerme y por compartir esta entrada entre tus contactos.
Hasta pronto.
Jota.