Publicado en XatakaFoto el 21-4-2020:
El debate sobre qué tipo de cámara, DSLR o sin espejo, es mejor es algo bastante habitual en páginas web, redes sociales, foros de usuarios, etc. Y muchas veces puede convertirse en una discusión en la que ambos bandos llegan a exaltarse defendiendo “a capa y espada” las bondades de uno y otro sistema. ¿Tiene sentido esta exaltación o es sólo impulsada por un miedo irracional?
En anteriores ocasiones hemos hablado de las ventajas e inconvenientes entre réflex y mirrorless, de las nuevas funciones que estas últimas han aportado a los fotógrafos e, incluso, de las cosas que nadie cuenta antes de “dar el salto”; pero esta vez vamos a hablar de otros aspectos más emocionales: los posibles temores que puede tener un fotógrafo que se plantea cambiar de sistema.
Por cierto que en principio entendemos que estamos hablando de cambiar de una DSLR a una sin espejo, pero como vais a ver muchos de los siguientes miedos también son aplicables incluso si se diera el caso contrario. Por ejemplo que un usuario que lleva pocos años en el mundo de la fotografía hubiera empezado con una CSC y quisiera cambiarse a una réflex. En cualquier caso, vamos a verlos.
Miedo a perder dinero
Está claro que la cámara es la principal herramienta del fotógrafo y, por tanto, una nueva cámara es una inversión, y cuando se trata del bolsillo ya sabemos que la gente se lo toma muy en serio. Además, lógicamente el modelo perfecto no existe, y para elegir el más adecuado para nosotros hace falta un trabajo previo que también tiene su valor.
Todo fotógrafo sabe que cambiar de sistema implica unos gastos que van más allá de lo que cuesta una nueva cámara
Es necesario que nos informemos bien y que seamos capaces de conocer las diferencias entre los distintos sistemas, los modelos que existen, los tipos de sensores que hay… Por ello, una vez que hemos llevado a cabo todo esto y hemos decidido invertir nuestro dinero en un sistema en concreto, tendemos que defender nuestra elección a cualquier precio.
Por otro lado, como todo fotógrafo sabe cambiar de sistema siempre implica unos gastos que van más allá de lo que cuesta una nueva cámara. Especialmente si somos profesionales y necesitamos un equipo amplio para nuestro negocio.
Por ello, además de tratar de calcular el coste total que supondrá el cambio, deberíamos plantearnos si realmente los beneficios justificarán los gastos y si realmente necesitamos un cambio de sistema o no. Por todo ello, no es raro que tengamos miedo a perder dinero si nos decidimos a “dar el salto”.
Miedo al cambio
Otro temor, comprensible, que podemos tener muchos fotógrafos es el de la necesidad de adaptarnos a un nuevo sistema que, inevitablemente, será distinto a lo que estábamos acostumbrados. Tener que volver a aprender el manejo de una cámara, acostumbrarnos a nuevas características y ser capaces de aprovechar funciones hasta ahora desconocidas para nosotros es algo que nos puede echar para atrás.
En este sentido, podemos utilizar un símil referido a los coches que es perfectamente aplicable a muchos otros ámbitos, incluido el de la fotografía: Si sabes conducir un coche sabes conducir cualquier otro. Quizá al cambiar notarás que los mandos son distintos pero, tras un periodo de adaptación, te harás con ellos y podrás disfrutar de las mejoras que (se supone) te ofrece el nuevo modelo porque, lo realmente importante, es tener una base.
Pues en fotografía lo podemos aplicar igual; lo importante es conocer la técnica fotográfica; luego cómo aplicarla no es tan diferente en una cámara u otra, sólo es cuestión de adaptarse para empezar a disfrutar de lo nuevo.
Miedo a verse superado
Otra de las razones que pueden motivar las discusiones entre usuarios de ambos sistemas es, ni más ni menos que, el miedo a quedarse atrás. Porque, ¿y si resulta que esa otra cámara realmente funciona mejor y, en un momento dado, mi sistema se queda obsoleto y no puedo garantizar la misma calidad para mis fotos (o a mis clientes)?
Si nuestra réflex hace buenas fotos no hay razón para pensar que vaya a dejar de hacerlas en los próximos años
Esta cuestión es importante, pero seguramente exagerada. Es cierto que una nueva cámara puede aportarnos algunas ventajas en nuestro trabajo, pero si hemos hecho buenas fotos con el sistema que teníamos no hay razón para pensar que “de la noche a la mañana” dejen de ser válidas.
Así, si nuestra réflex hace buenas fotos no hay razón para pensar que vaya a dejar de hacerlas en los próximos años, sólo porque ya haya modelos más modernos por ahí. Por supuesto hablamos de un corto plazo (¿cinco años quizá?), porque nunca se sabe cómo puede evolucionar el mercado y la tecnología a medio y largo plazo.
Hoy por hoy, las sin espejo parece que definitivamente han cogido impulso en la carrera por ser los modelos que tiran del mercado; pero aunque se vuelva a hablar de aquello de que “las réflex han muerto”, sigue habiendo una importante demanda de cámaras con visor de pentaprisma (según dicen los fabricantes). Por eso deberían convivir unos cuantos años sin problema y lanzarse nuevos modelos (aunque vayan escaseando poco a poco) que recojan novedades tecnológicas.
Miedo a un cambio del mercado
Muy relacionado con lo anterior, está claro que la industria de la fotografía es un mercado altamente competitivo. Si en un momento dado un fabricante de cámaras decidiera descartar un sistema, eso podría hacer que nosotros como fotógrafos nos viéramos obligados a hacerlo también, incluso aunque estuviéramos convencidos de que el sistema anterior es mejor.
Tenemos que ser conscientes de que los fabricantes antes que hacer “la mejor cámara” prefieren construir “la cámara que se va a vender mejor”. Por tanto, si los usuarios de réflex decidieran claudicar (por decirlo de algún modo), aceptar que los sistemas sin espejo son mejores y proclamar que nadie debería comprar una DSLR, muy probablemente este sistema quedaría definitivamente obsoleto. Sin demanda, no habría desarrollos nuevos a largo plazo y no habría nuevos objetivos, ni software, ni servicio de atención al cliente…
Siempre que alguien proclame que las DSLR han muerto sus partidarios sentirán la necesidad de defenderse
Probablemente, esta es la causa principal de que haya tantas disputas sobre cuál es el mejor sistema. Por eso, siempre que alguien proclame que las réflex han muerto los partidarios de este tipo de cámaras sentirán la necesidad de defenderse. Ambos quieren que su sistema brille de la mejor manera posible porque su opinión es importante, y no solo para ellos sino también para el mercado.
Además, al defender uno u otro sistema también se crea una narrativa que influye en la reputación. Por ejemplo, todos sabemos que está ámpliamente aceptado que una cámara grande es más “profesional”, con lo cual un fotógrafo será mejor visto cuanto más grande sea su cámara, aunque también puede ocurrir que simplemente se fijen en su portfolio.
Porque esto es algo cambiante, y que se ve influido tanto por lo que demandan los clientes en cada caso, como por lo que los propios usuarios decimos sobre nuestras cámaras, así como (muy importante) por el marketing de las distintas marcas y cómo posicionan sus lanzamientos.
Miedo a un mal momento
Puede ocurrir que tomemos la decisión de dar el salto e invertir en un nuevo sistema y, por aquello de la Ley de Murphy (ya sabéis, “si algo puede salir mal…”) resulte que al día siguiente se presente algo totalmente nuevo. O, simplemente, que nos compremos una cámara nueva y al poco se presente una mejor, que haga que la nuestra quede casi instantáneamente obsoleta.
Desgraciadamente esto es algo con lo que tenemos que convivir. Hoy por hoy, con el mercado de la fotografía ya plenamente integrado en la dinámica de la industria electrónica, tenemos que se conscientes que al comprar cualquier cámara más tarde o más temprano veremos aparecer una mejor que hará que el precio de la nuestra disminuya significativamente.
Es algo inevitable porque el progreso tecnológico no se detiene. Continuamente se lanzarán nuevos modelos de cámaras, objetivos y otros accesorios al mercado que harán que nuestro equipo, sea del sistema que sea, quede desactualizado en mayor o menor medida. Y adaptarse requerirá una inversión costosa pero ¿significa eso que ya no podemos hacer buenas fotos con lo que tenemos? Como decíamos al principio, por supuesto que no.
Lo que queremos decir con ello, y esto ya nos sirve a modo de conclusión, es que el mercado no debería ser quien dicta cuándo es el momento de un cambio de sistema. Esto debería venir marcado por nuestras necesidades y capacidades, lo que puede significar que para algunos nunca llegue ese momento porque no lo necesiten (pensemos por ejemplo en los que disparan con película).
Por eso debemos ser capaces de superar nuestros miedos y, sobre todo, de analizar de la forma más objetiva posible si necesitamos un cambio de sistema o si sólo queremos dar el salto por capricho o “por seguir una moda”. Y, sobre todo, como decimos siempre, disfrutar haciendo fotos con nuestra cámara porque, la mejor es la que tengamos.