Publicado en Photolari el 2-4-2020;

“Todo parece de ciencia ficción, pero es que esto es como una película”, nos cuenta Pedro Armestre al otro lado del teléfono. El viernes pasado fue uno de los primeros fotógrafos de prensa que pudo entrar en el hospital de campaña montado en la feria de Madrid donde se atiende a afectados por coronavirus.

Una de las fotos fue portada el lunes 30 en El País. Otra vuelve a serlo hoy mismo (2 de abril) y El País Semanal publicaba el pasado martes 31 en su web una galería de imágenes que ya es parte de la historia de este país. El próximo domingo 12, nos confirman desde el medio, El País Semanal sacará el reportaje en su edición de papel.

Esa sensación de estar viviendo algo tan trágico como histórico impregna el relato de este veterano fotógrafo. Su experiencia en situaciones complejas como esta, tanto en trabajo con ONG como cubriendo los incendios forestales, son un punto a favor para un trabajo como este.

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«Me hice esta foto para enseñarles a mis hijos cómo estaba trabajando», nos cuenta Pedro Armestre

Puede parecer un detalle menor, pero basta escucharle y verle con todo el equipo para entender que estar acostumbrado a trabajar con EPI (equipo de protección individual) es casi imprescindible para poder afrontar un encargo como este.  “Tenía por casa 8 o 9 mascarillas FFP2 y FFP3. Me quedé un par y el resto se las he dado a enfermeros y compañeros”, explica.

Limpiar las cámaras con lejía

«Trabajas con el mismo equipo que llevan los sanitarios. Ellos te visten, te descontaminan y también te dan las pautas para moverte dentro de la zona donde están los pacientes. Hay que hacerlo todo de forma muy consciente porque si te despistas o te confías empiezan los problemas», narra.

Y ese todo es realmente muy complejo. Debajo ropa de enfermero, encima traje EPI, dos mascarillas, tres pares de guantes -«mejor que queden pequeño, si no es imposible trabajar con la cámara», recomienda- y pantalla protectora en la cara porque las gafas de protección se acaban empañando.

A partir de ahí, las normas. No tocar nada que no sea absolutamente imprescindible, mantener distancia de seguridad en todo momento, y no dejar nada en el suelo, lo que significa llevar encima el equipo todas las horas. Así durante las 14 horas de este encargo tan especial para El País que realizó junto a Quino Petit, periodista de este medio.

¿Y las cámaras? Más que nunca lo del equipo ligero -nos remarca- es básico. En su caso una Fujifilm X-T2 con un 18-55 mm para el vídeo y una X-Pro 3 con un 27 mm para las fotos y un 80 mm con extensos. Un pequeño trípode para el vídeo, y listo. Trabajar desde el visor con la pantalla en la cara es imposible así que aquí se agradece lo del monitor articulado, explica.

Para entrar con las cámaras hay dos opciones: o meterlas dentro de una bolsa, lo que unido a los guantes y el resto de protecciones complicaría todavía más el trabajo o dejar que las limpien después con una solución a base de lejía. Optó por la segunda, claro.

3000 disparos

Además del vídeo se publicaron 15 fotos en la galería de El País Semanal que, por un acuerdo de exclusividad con el fotógrafo, durante tres semanas no se pueden reproducir en ningún otro  medio. Tampoco aquí.

Armestre envió unas 60 a Gorka Lejarcegi, responsable gráfico de El País Semanal. «Es muy fácil trabajar con él, porque tiene muy claro lo que quiere», señala. Pero hay muchas más fotos. «Soy de disparar muy poco, pero en este caso hice muchas», confiesa mientras revisa la tarjeta para calcular el número exacto. Unas 3000 en total.

«Dentro tuvimos libertad absoluta. No sabíamos cuánto tiempo íbamos a poder estar, así que yo siempre empiezo trabajando muy rápido pero muy discreto, que no se note que voy con prisa», relata.

 

Pronto se da cuenta de que pasa desapercibido -va vestido como las decenas de sanitarios que circulan entre las camas- y que nadie les va a meter prisa. Al final estuvieron dentro del pabellón 5 unas 10 horas.

¿Hay método para afrontar un trabajo así? Según Armestre, sí. «Sabía que había unas fotos oficiales, así que las busque para reconocer un poco el terreno y situarme. Antes de ir me hago esquemas mentales, imagino fotografías en la cabeza y cuando llego las voy buscando. En cuanto se producen o las identifico, es más fácil fotografiarlas».

Nos pone un ejemplo que se confirma al ver las imágenes de la galería: quería que se vieran muchas bombonas de oxígeno, porque está siendo un elemento fundamental para salvar vidas.

La autocensura

También estuvo viendo las fotos de la denominada gripe española de 1918. De hecho, iba con la intención de hacer una parecida a una de las más icónicas en la que se ven diferentes hileras de camas, aunque no fue posible por el ángulo de disparo.

Siempre sin molestar ni entorpecer el trabajo de los médicos, dentro de los pabellones pudieron interactuar con los sanitarios y los pacientes.

Fotos gripe española_4

«Muchas veces pides permiso con una mirada o un gesto antes de hacer la foto. Sólo hubo una persona que me dijo que no quería salir por un tema personal. Borre delante de ella las fotos y una era muy buena. Una pena. Pierdes una foto pero ganas una amiga».

Acostumbrada a cubrir tragedias humanitarias, no es lo mismo cuando la noticia está en casa reconoce. «Me he autocensurado con ciertas fotos. He fotografiado hambrunas en Somalia y nadie se quejó, todo el mundo se sintió compungido. Pero cuando ocurren cosas en los países supuestamente desarrollados nos medimos mucho», explica.

«Allí -continua- vamos como observadores. Ellos son los afectados, tú sabes que estarás unos días y te volverás. O que esa noche podrás ir al hotel y quizás hasta tomarte una cerveza. Aquí no hay alivio posible, porque sales y la calle está vacía, no puedes ver a tus hijos por miedo a contagiarles…»

«Volvemos a ser los ojos de la gente, más que nunca»

Aunque sólo se ha visto una parte del trabajo que hizo dentro y nos adelanta que ya está preparando otros temas relacionados con la crisis del coronavirus, otro de los frentes abiertos ahora es -insiste- no enfermar.

Relata con meticulosidad las medidas que toma en casa y en la calle para protegerse y aunque reconoce que igual es un poco exagerado insiste en que «no puedes permitirte ponerte enfermo. Por no saturar más el sistema sanitario y porque si estás trabajando al mínimo síntoma tienes que dejarlo, por responsabilidad».

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Fotos: Escenas del hospital de campaña https://bit.ly/2QXwnAy  Retrato de la batalla contra el coronavirus en los pabellones de Ifema

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Y eso es justo lo que un fotógrafo y videógrafo documentalista no quiere hacer en un momento histórico como este que nos está tocando vivir.

«No hay nadie en la calle, no hay nadie haciendo fotos con móviles. Siempre nos estamos quejando de eso, pues ahora somos los únicos que podemos contarlo. Volvemos a ser los ojos de la gente, más que nunca».

Insiste en el valor histórico de las fotos de estos días. Pero matizando que lo sobre todo son las imágenes que van más allá de la puerta de un hospital. «Historia es ver cómo los vecinos compran la comida a otro, como se pasan cosas con un cubo y una cuerda entre pisos»

EL PAÍS SEMANAL

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«Recibí una llamada de uno de mis dos hijos. Mamá, no ha podido ser. Esas fueron sus palabras para decirme que mi marido había fallecido. La pena no me la quita nadie. Cuando llegue a casa, no sé cómo actuaré». https://elpais.com/elpais/2020/03/30/eps/1585580618_413163.html 

Entramos en el hospital de campaña de Ifema: “Esto parece un campamento militar”

Entramos en el hospital de campaña de Ifema “Esto parece un campamento militar”.

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En principio la prensa y los fotógrafos tienen vetado el acceso al hospital de Ifema. Aunque nos explica que los permisos se gestionaron desde El País, asume el pique sano entre compañeros fotógrafos porque esta vez ha sido él quien ha podido estar allí dentro.

«Si tienes problemas de acceso -recomienda- tienes que hacer otras coberturas. Hay mil temas que hacer. Madrid es el epicentro, cierto. Pero igual lo que no puedes hacer aquí, sí te dejan en cualquier otra ciudad más pequeña».

Llevamos más de una hora al teléfono y lo cierto es que quedaría mucho por contar y por aprender de las historias de Armestre, que va ligando unos temas con otros con un aparente caos sin embargo muy bien estructurado. Cuando todo esto pase tenemos que sentarnos a tomar un café con calma, acordamos.

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