Publicado en Jota Barros el 8-1-2020:

¿Cuándo sabemos que una de nuestras fotografías de calle es buena? ¿Es posible saberlo, en realidad? ¿Cuándo nos damos por satisfechos?

Por plantearlo de otra manera, ¿en quién depositamos esa responsabilidad? ¿Qué criterio cuenta más, el propio o el ajeno si viene acompañado de números altos?

Me pregunto hasta qué punto la opinión de los demás influye en lo que pensamos de nuestras imágenes. En una época como esta de likes y viralidad es muy fácil dejar en manos de otros la valoración de nuestro trabajo.

Incluso ahí hay cuestiones a plantearse: ¿es más importante cuántas personas aplauden en las redes o qué personas lo hacen? ¿Nos importa más el número que quién da el «OK»?

No olvidemos esto: hoy en día son las propias redes sociales las que deciden a quién se muestra lo que hacemos y a quién no. Hace mucho que los algoritmos juegan un papel determinante en todo esto, por eso hay magníficas imágenes que no llegan a casi nadie y que no cosechan aprobación multitudinaria mientras fotografías prescindibles, repetitivas y con una estética de moda copan las primeras posiciones de nuestros feeds (y por tanto nuestra atención).

Hace poco te hablaba de un libro (Ego is the Enemy) en el que hay un párrafo que viene al caso:

El ego necesita honores para ser validado. La confianza, en cambio, es capaz de esperar y enfocarse en la tarea que está desarrollando independientemente del reconocimiento externo.

Ryan Holiday.

Te contaré qué he aprendido con todo esto

Desde hace algún tiempo estoy concentrando mis recursos en una red en concreto, Instagram. El motivo es, principalmente, que me parece el lugar «natural» para hacerlo ya que es eminentemente visual y cada vez tiene más herramientas para «hacer comunidad», algo en lo que insiste mucho Pollobarba, un (el) experto en redes sociales para fotógrafos.

Por cierto, tienes un Curso de Instagram para Fotografía Callejera en El Club, ¿lo sabías?

El caso es que en un determinado momento empecé a subir fotografías de tres en tres, a modo de serie y buscando que entre ellas exista algún tipo de conexión. Antes pensaba en fotos sueltas, ahora intento que funcionen como series de tres.

Pues bien, he observado que muy a menudo cuando subo un trío sé de antemano qué fotografía es la que «más va a funcionar» (la que va a cosechar más aprobación o más comentarios) y cuál la que menos. ¿Y sabes qué? Que muchas veces aquella con la que estoy más satisfecho es la que menos funciona.

Lejos de preocuparme me lo tomo como algo positivo. Quizás me equivoque, pero lo interpreto como que estoy buscando una forma de fotografiar que, sobre todo, me llena a mí aunque no encaje tanto con lo que los demás aprecian, o al menos con el criterio de la mayoría (filtrado, siempre, a través del famoso y esquivo algoritmo).

Haz que tus likes signifiquen algo

Hace unos párrafos te hablaba de que una cosa es cuánta gente aprueba nuestras imágenes y otra, muy diferente, qué gente lo hace.

Presto atención a quién aplaude en lugar de fijarme tanto en lo alto que es el aplauso general. Hay perfiles que hacen fotografías que me emocionan, me descolocan, me inspiran y me empujan a buscar imágenes diferentes a lo que hago habitualmente. La respuesta (positiva o inexistente) de esas cuentas me importa especialmente. Algunas son de fotógrafas y fotógrafos reconocidos y otras no; también incluyo aquí a alumnos de mis talleres y cuentas que descubro de rebote y cuyo trabajo me parece especialmente interesante.

El caso es que no todos los likes valen lo mismo y (ahí sí) somos nosotros los que decidimos cuáles cuentan más.

Como consecuencia y por coherencia me tomo muy en serio mi interacción a través de las redes; solo doy like a aquello que realmente me gusta, incluso trato de hacerlo sin ver de quién viene para que mi criterio sea puramente visual y no tenga que ver con el autor y mi conexión con él o ella.

Se me escapan muchas fotos que no llego a ver (acuérdate del algoritmo), pero entre las que veo solo «aplaudo» las que de verdad me hacen detenerme a mirar y me descubren algo nuevo.

No vamos a cambiar cómo funcionan las redes, pero sí podemos aportar valor siendo sinceros y responsables al usarlas.

¿Qué hacemos entonces?

¿Es todo lo anterior un motivo para no mostrar nuestro trabajo a través de aplicaciones como Instagram? Creo que no. Pero sí es una buena razón para no confundir la calidad de lo que vemos y mostramos con la respuesta que obtienen, ni con que esta sea mayoritaria.

Las fotos no son buenas o malas según cómo funcionan en las redes. Hay imágenes fabulosas que triunfan y otras que nunca van a llegarnos, y al revés.

No es imprescindible tener perfectamente claro qué es una buena fotografía (a pesar de mi intento de explicarlo sigo teniendo muchas dudas), pero sí es importante que no lo confundamos con que guste a mucha gente. Eso y que el criterio en base al que decidimos sea realmente propio y no impuesto, algo que es compatible con que evolucione con el tiempo.

No matemos al mensajero, pero tampoco creamos a pies juntillas cómo nos cuenta las cosas.

Cuando nos planteamos si una de nuestras fotos es buena ¿no estaremos acaso preocupándonos únicamente de conseguir validación externa?

A medida que escribía era consciente de que esta entrada va de plantear una serie de preguntas que quedan pendientes de respuestas. Cuento contigo para que las hagamos aparecer entre todos a través de los comentarios.

¿Qué piensas tú? ¿Cómo ves todo esto? ¿Cuánto pesa la opinión de los demás? ¿Tienes tus «editores» de cabecera? Cuéntame.

Gracias por leerme y por compartir esta entrada entre tus amigos.

Hasta pronto.

Jota.

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